Los primeros pobladores de Panamá

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Jahir Eduardo Zurdo Jiménez

Nací el 18 de junio de 2008 en la ciudad de Panamá. Aunque tengo raíces en la comunidad Ngäbe, no sabía nada de esos orígenes ni de mi ascendencia hasta los 13 años.

Desde pequeño, mis padres me llevaban cada verano a la casa de mis abuelos para disfrutar del aire libre. En uno de estos viajes, se despertó en mí una gran curiosidad. Recordé haber escuchado sobre las tribus nativas que recorrían el país en busca de recursos, migrando o extendiendo sus territorios, en un trayecto similar al que yo realizaba hacia la comarca Ngäbe. Aunque lo hacía en vehículos modernos, el viaje de 6 horas se me hacía largo; puede llegar a durar 8 horas si se va a Paso Canoas y más de 15 horas desde Darién hasta Chiriquí.

Me sorprendía pensar en los primeros pobladores que se desplazaban a pie por todo el país. ¿Qué los motivaba a recorrer grandes distancias? Cuando llegué a casa de mis abuelos, contemplé la belleza del territorio. Desde la cima del cerro más cercano se veía la cordillera del Tabasará, cuyo punto más alto alcanza 2226 msnm. Allí, empecé a investigar.

Los primeros pobladores de Panamá vivieron en la época precolombina. Las culturas americanas lograron avances científicos como la creación de calendarios, la organización política, el establecimiento de economías y la construcción de grandes ciudades. Panamá, por su ubicación, fue un puente entre América del Norte y América del Sur. Aun así, algunos viajeros se establecieron lentamente, formando con el tiempo las poblaciones ancestrales en el país.

Con la llegada de los españoles en 1492, muchos de estos pueblos fueron esclavizados, ultrajados y despojados de su territorio, lo que resultó en una gran pérdida de las culturas originarias en América. Varias se extinguieron, pero quedaron legados como los petroglifos, grabados en piedra que encierran historias completas de la época: escenas de caza, mapas y calendarios solares basados en la astronomía. Estas figuras son solo un ejemplo del conocimiento científico que poseían.

En Panamá, los sobrevivientes de la colonización se refugiaron en las montañas, donde sus descendientes lograron permanecer hasta nuestros días, dando origen a los siete pueblos originarios de Panamá: los ngäbe, los buglé, los guna, los emberá, los wounaan, los bri bri y los naso tjërdi. Cada uno con una rica historia cultural y una cosmovisión diferente, pero con una percepción similar del mundo, en armonía con su entorno.

Tuve la oportunidad de visitar un petroglifo en medio de la naturaleza. Quedé asombrado al ver que estaba alineado con dos montañas, marcando la salida del sol en el equinoccio. Como aficionado a la astronomía, este hallazgo me hizo apreciar aún más los conocimientos precoloniales. Pero el legado de las comarcas no se limita a la astronomía; también abarca la medicina natural, la organización política y la riqueza cultural en su conjunto.

Debemos valorar y preservar el legado cultural de nuestros antepasados indígenas. Este conocimiento es un tesoro que debemos redescubrir y proteger en un mundo en constante cambio.

Las comarcas nos recuerdan la importancia de la diversidad cultural y el respeto por la naturaleza. Líderes como Urracá son un ejemplo de cómo los nativos lucharon por mantener viva su historia. Urracá fue un líder que enfrentó y venció a los colonos españoles que invadieron sus tierras. Según la tradición, Urracá, protagonista de la más importante rebelión durante la colonización, perteneció a las montañas de Veraguas y al pueblo que hoy se llama “Buglé”.

Esforcémonos por proteger y compartir estos tesoros con las generaciones actuales y futuras, honrando así a los pueblos originarios de Panamá y enriqueciendo nuestra diversidad cultural, reconociendo los esfuerzos históricos de cada uno de ellos por preservar nuestra identidad.

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